Paseillo

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EL PASEILLO

Cuando el reloj de la plaza muestra la hora exacta del comienzo, el presidente en su palco flamea un pañuelo blanco y suenan clarines y timbales. A parecen los dos alguacilillos montados a caballo y uniformados de negro a la antigua usanza y tocados con sombreros vistosamente emplumados, al tiempo que la banda de música arranca los primeros compases del pasodoble.

Los alguacilillos cruzan el ruedo desde la puerta de donde salen hasta el lugar del anillo sobre el que se encuentra el palco del Presidente, saludan destocados y el presidente les corresponde de pie, cada uno de los alguaciles recorren junto a tablas el semicírculo que separa el lugar donde saludaron de la puerta de cuadrillas. Una vez allí vuelven a emparejarse para encabezar el desfile de los actuantes. Estas evoluciones previas llamadas “despejo de plaza” de los alguaciles son un recuerdo puramente formal de cuanto acontecía años atrás, cuando era necesario despejar el ruedo de espectadores antes de que comenzara la corrida.

Este desfile inicial de los toreros, que es realmente vistoso se le conoce con el nombre de “Paseíllo”; tras los alguacilillos a caballo, marchan los tres matadores colocados según la antigüedad de su alternativa. Vistos de espaldas, en el lado izquierdo de la primera fila se sitúa el espada más antiguo, en el centro el más moderno y a su derecha el que recibió el doctorado en tiempo intermedio a sus compañeros. Esta colocación, por tanto, no se corresponde con la edad de los matadores, ya que un torero joven puede ser más viejo profesionalmente que otro con más años de edad. Detrás de los matadores marchan los tres banderilleros del primer espada y, sucesivamente, en la tercera fila los del segundo espada y en la cuarta los banderilleros del tercero, respetándose de izquierda a derecha la veteranía o categoría de cada uno. A continuación y en filas de a dos, según la antigüedad de sus jefes y la propia, marchan los picadores montados a caballo sin pica.

Al grupo que forma cada matador con sus banderilleros y picadores se le conoce con el nombre de “Cuadrilla”. También forman parte de la misma el “mozo de espadas” y el “ayuda” de este, cuya misión es atender a cuanto demande el matador, desde ayudarle a vestirse a quitarse las ropas de torear hasta servirle en lo que pida, pero ninguno de ellos desfila en el paseíllo. Cuando llegan a la plaza, se ocupan de sus respectivas misiones en el callejón.

Cierran el desfile a pie “mozos de caballo” y “areneros” seguidos de las “mulillas” y “mulilleros”. Los mozos de caballos son los encargados de auxiliar a los picadores de su misión. Las mulillas son una pareja o trío de mulas debidamente enjaezadas que se emplean para arrastrar las reses desde el lugar del ruedo donde han caído muertas hasta el patio donde se encuentra el desolladero. Los mulilleros son los encargados de conducir las mulillas, y los areneros están provistos de rastrillos para alisar y limpiar el ruedo antes y después de la lidia de cada toro.

Los componentes de la comitiva desfilas cubiertos, a excepción de los matadores nuevos en la plaza, que lo harán descubiertos. Tantos los espadas como los banderilleros lucen en el paseíllo capotes terciados de lujo, debidamente ceñidos (“liados”) sobre sus vestidos, de modo que el brazo derecho les quede libre, permaneciendo sujeto al tronco y bajo el capote de paseo el brazo izquierdo. La colocación de este capote de paseo también supone todo un rito por su tradición, exactitud y hasta íntima religiosidad.

Todos avanzan despacio y ceremoniosamente hacia el lugar donde se sitúa el Presidente. Llegados allí se destocan y saludan a la autoridad que representa. Disueltas las filas del paseíllo, los toreros de a pie cambian sus capotes de paseo o de lujo por los de brega “cambiar la seda por el percal”- y los de a caballo regresan a su patio. Quedan solos en la arena los alguacilillos, quienes vuelven a recorrer el ruedo por separado hasta la puerta de cuadrillas y, desde allí, avanzan de nuevo hasta la presidencia para recoger -simbólicamente- la llave de los toriles, que entregan al “torilero” (el encargado de abrir y cerrar la puerta del toril) y regresar finalmente debajo de la presidencia, repitiendo respetuoso saludo antes de abandonar el ruedo, pero no la plaza. Porque los alguaciles y una vez guardados en las cuadras sus respectivos caballos, pasan al callejón desde donde cuidaran del orden de la lidia y serán los encargados de transmitir a los lidiadores las órdenes del Presidente y las sugerencias de aquellos a la presidencia.

El paseíllo no tiene más variantes que las que imponen las distintas modalidades de corridas y según el número de espadas que actúen. Si son solo dos matadores en un “mano a mano”, deberá actuar un espada sustituto (“sobresaliente”), que prevé la posibilidad de que los anunciados caigan heridos en plena lidia y  haya que continuarla. El sobresaliente hará el paseíllo justo detrás en medio de los matadores. Si la corrida fuera de un solo matador, harán el paseíllo tras de él dos sobresalientes. En ambos casos el número de banderilleros y de picadores será igual al de una corrida normal actuando igualmente por cuadrillas en la lidia de cada toro. Se puede dar el caso de una corrida de ocho toros y cuatro cuadrillas en la que el paseíllo será tal y como hemos descrito, con la sola diferencia de que en la primera fila figuraran cuatro matadores y en vez de tres filas de tres banderilleros y otras tres de dos picadores, desfilaran cuatro filas de tres banderilleros y otras tantas de dos picadores. Un cortejo poco frecuente.

Si en una corrida actuaran uno o dos rejoneadores además de los matadores a pie, los caballeros harán el paseíllo montados en sus respectivos corceles, inmediatamente detrás de los alguaciles y delante de los matadores. Mientras los banderilleros que auxilian a los rejoneadores lo harán detrás de las cuadrillas de a pie y delante de los picadores.

Salvedades aparte  y una vez terminado el paseíllo, los areneros proceden a limpiar el ruedo y a restaurarlo de pisadas para evitar que los lidiadores se hundan en un falso bache, tropiecen con pequeños objetos o resbalen con algún excremento que haya quedado en el piso tras el desfile. El presidente aguardará breves instantes hasta que esté todo limpio y el ruedo completamente vacío antes de sacar de nuevo el pañuelo blanco, cese la música, se calle el palmoteo o los rumores de la multitud y suenen por segunda vez clarines y timbales.

PRESIDENCIA

El Presidente reseñar que es el responsable de interpretar el reglamento y aplicarlo con equidad y justicia en cada caso y junto a sus dos asesores –un veterinario y un torero retirado- moderaran el espectáculo y lo conducirán de acuerdo con las normas establecidas.

Las órdenes del Presidente son transmitidas de dos maneras:

  1. Por medio de clarines y timbales
  2. Por delegación a través de una persona subordinada –“delegado de la autoridad”- que se sitúa en el callejón provisto de un teléfono directo con la presidencia, mediante el cual también el Presidente recibe sugerencias de los lidiadores. Pero los encargados más llamativos de hacer cumplir las órdenes presidenciales son los alguacilillos.

Un breve toque de clarines y timbales de diferente duración, particular composición en cada plaza y siempre ordenados por el presidente mediante la exhibición desde su palco de un pañuelo blanco anuncia el comienzo de la corrida, la salida de cada uno de los toros al ruedo, los cambios de tercio y los llamados “avisos” con los que se hace saber al lidiador y al público los minutos que faltan para que se acabe el tiempo que debe durar una faena de muleta. El primer aviso suena transcurridos diez minutos desde el instante en que el torero inicia la faena. Dos minutos más tarde suena el segundo. Y otros tres deben transcurrir hasta que se escuche el tercero y último. Consumados los quince minutos que es lo que ha de durar una faena como máximo, el matador está obligado a desistir y a retirarse al callejón, mientras que el toro vuelve a los corrales o es “apuntillado”. Este último aviso es infame para quien lo escucha, por que constata el fracaso del torero. El segundo supone una seria advertencia y suele escucharse mientras el espada intenta matar al toro sin lograrlo. Pero el primero, aunque también pueda ser tenido como demérito a veces se escucha en medio de un hermoso y largo trasteo y no hay que darle más importancia que la de una señal para que el torero sepa que su tiempo pasa y decida terminar su obra.

También utiliza el pañuelo blanco para otorgar trofeos si el publico los demanda tras el triunfo del matador. Los trofeos pueden ser una oreja del toro, los dos apéndices auriculares y las dos orejas además del rabo del cornúpeto para premiar una labor completa y realmente excepcional con el capote, con la muleta y con la espada, que el “alguacil” entrega al diestro premiado en los tres casos. La primera oreja la concede el Presidente atendiendo a la petición mayoritaria del público presente en la plaza que, a su vez, la demandará agitando pañuelos. Los otros trofeos, dos orejas o estas dos y el rabo, los concede la presidencia según su propio criterio y conforme a la condición del toro y al grado de perfección con que el torero lo haya lidiado, toreado y matado.

La presidencia dispone, ademas, de otros cuatro pañuelos que utilizará en los siguientes caos:

  • Color verde: Para ordenar la devolución de un toro a los corrales.
  • Color rojo: Para ordenar que se le pongan al toro “banderillas negras” (provistas de un arponcillo de mayor  dimensión que el de las banderillas normales y que teóricamente le avivan, le molestan más que las normales y supuestamente le hacen reaccionar), que solamente se ordenan cuando resulta absolutamente manso en el tercio de varas y no hay manera de picarlo.
  • Color azul: Para ordenar que le den la vuelta al ruedo a un toro que ha sido muy bravo y noble tras su muerte.
  • Color naranja: Que decide el perdón de la muerte de un toro excepcionalmente bueno por todos los conceptos.Esta circunstancia se produce a petición del ganadero, del público con sus pañuelos y del propio matador mientras transcurre la faena de muleta. En caso de que la presidencia acepte el perdón –autorizado unicamente en corridas concurso de ganaderias y en plazas de primera y segunda categoría-, la faena de muleta puede continuar hasta que el diestro simule la suerte de matar con una banderilla o con la mano, pasando luego el toro indultado a los corrales. Curado de las heridas recibidas durante su lidia y, si es posible, trasladado posteriormente a la ganadería, el ganadero podrá utilizarlo como semental si lo estima conveniente.

Documentación ( «Cómo ver una corrida de toros» y «Del paseillo al arrastre». José Antonio del Moral)

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