2 de agosto de 2019. Plaza de toros de Azpeitia, tres cuartos de entrada. Tercera y última de feria.
Toros de Salvador Gavira. Parejos de presentación a excepción del feo sexto y de juego reseñable segundo y tercero, parados el resto.
Curro Díaz. Estoconazo. Saludos.
Estocada y oreja.
Ginés Marín. Pinchazo, aviso y estocada. Oreja.
Seis pinchazos seis, aviso y descabello. Silencio.
Ángel Téllez. Estocada y aviso. Saludos.
Aviso, pinchazo y estocada desprendida. Saludos.
Nota al margen. Los nueve toreros del ciclo brindaron sus primeros toros al público y salvo los directores de lidia, el resto se presentaba, por primera vez, en esta plaza guipuzcoana.
La lidia al cuarto de la tarde fue una labor de maestro, de enseñar convenciendo. Cuidó y obligó al siempre remiso toro a cumplir su cometido guardando en todo momento los tan necesarios tiempos y pausas. Ya he dado yo paseos más cortos que los que tuvo que dar él, unos cuantos por cierto (en ambos casos, quiero decir). Mejor los lances por el lado derecho. ¿Pelín trasera la espada y por eso no cae? No he traído regla tan precisa, lo siento.
Ya en su primero fue un administrador también. Administrador de tiempo, de tiempo de ocio del toro. Ni un olé se escuchó porque bastante hizo el animalito con llegar de pie al final de la lidia. Algún natural se vio con marcado perfume currista, un aroma, pero ni para llenar el tapón del frasco. En los adornos finales llegó una innecesaria y sorprendente cogida, en la enfermería se comprueba que no pasa de un golpe en el nervio ciático que no le impide continuar.
Saludo capotero al segundo por verónicas y chicuelinas, con estas últimas y gaoneras compuso el quite Ginés Marín. Tras tres pases de pies juntos y estático, dobla el toro, falsa alarma. Firme la planta, faena de figura erguida fundamentada en la mano derecha a un toro fijo y bravo. Bernadinas cambiando el viaje para cerrar y mantener encendido el ánimo del público.
Mi madre, de niño, me enseñó la palabra acerico, ahora recuerdo qué era: lo que le hicieron los banderilleros al quinto pero con alfileres. Ginés brindó este toro a Barquerito, ¡vivan los críticos taurinos! Esta fue una faena de arrimones entre las astas y de gestos, alguno al público se le escapó. Mal. ¿Ahogó muy pronto al toro? Nunca lo sabremos.
Galleando por chicuelinas llevó Ángel Téllez el toro al caballo de picar. Parecía bravo y encastado y lo trató, en tiempos y espacios, como si le pasara algo. El toro a él también. Fue esta una faena light, libre de esfuerzo aunque sí compuso la figura y acertó en la confección de algunos de los pases dados. Querido Ángel, ¿por qué sonó un aviso? Mejor acabar antes, más necesario.
El sexto era feo y el de peor presentación pero esto no es motivo para que no se respete la lidia en sus tres partes. Los dos primeros tercios fueron… ¿cómo explicarlo? Ya me entienden. Era feo y distraído lo que provocó una falta total de ligazón (extensible a toda la tarde por motivos bien distintos) quedando todo en pases sueltos que no llegaron a nada. El toro era feo, distraído y de embestida descompuesta que además se paró pronto, sin haber sido toreado. Debió apretar más Ángel en los inicios pero es más de finales, le pasó en los dos toros.
Más avisos que orejas, mucho trabajo para la presidenta. Se le vio el pañuelo.
Texto: Finito de Teis
Fotos: Charo Lorenzo
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