Posted On 31/07/2018 By In Reportajes With 2511 Views

Azpeitia 2018. 30 Julio

A quien no tiene dientes

 

30 de julio de 2018. Plaza de toros de Azpeitia. Tres cuartos de entrada.

 

Toros de La Quinta, parejos de presentación y desiguales de comportamiento. Bravo y encastado el tercero, suelto y desentendido el sexto.

 

Curro Díaz. Estocada delantera desprendida y descabello. Saludos.

Pinchazo y estocada caída. Saludos.

El Fandi. Pinchazo hondo y descabello. Silencio.

Pinchazo hondo tendido desprendido. Intento de descabello, aviso y descabello. Saludos.

Román. Estocada baja atravesadísima. Otra muy trasera. Silencio

Pinchazo hondo y estocada. Aviso. Estocada, intento y descabello. Silencio.

 

Salieron los tres toreros a pie y los toros se fueron con su correspondiente docena de orejas en su sitio. La culpa fue de los primeros porque este hecho no es frecuente en este cariñoso público, generoso en la recompensa.

Sonaba “Yo vendo unos ojos negros” en los clarinetes de la banda cuando el toro topa y derriba a Óscar Castellanos en un par de banderillas. Saluda. Queda en evidencia la colocación de los actuantes y la importancia de este tercio, nunca inferior a los otros. Fue este toro fijo y rápido en la respuesta, a veces solo a un leve movimiento de la muleta de Curro que viajó por momentos arrastrada en tandas con la derecha.

El cuarto apuntaba alto, no digo maneras, digo que apuntaba alto: al cuello del caballo, a los brazos de los banderilleros… Comenzó el jienense doblándose por bajo para corregir defectos y ni por esas. No acababa de pasar y reponía lo que obligaba al torero a perder pasos en una faena en constante movimiento llena de gañafones del astado.

En el ciclismo, El Fandi sería un gregario de lujo haciendo muy bien el trabajo encomendado a mayor gloria del jefe de filas. En los toros, quizá sería un buen banderillero al servicio del matador. Mueve el capote, pone banderillas… Perdone usted, ¡no he dicho bien!, yo he dicho “pone banderillas”.

Convierte la lidia en una guerra, una batalla, un quiero y no puedo y un no sé. Desde muy pequeño me han enseñado que “el que da lo que tiene no está obligado a más” pero él cobra por esto y el público paga por verle y exige. Debe. Ayer por momentos se lo hizo saber en sus dos toros.

En su primero, inventó el “molinete avanzado”, le regalo  el nombre. Consiste en colocar la muleta por delante haciendo que sobresalga la mayor parte por el lado izquierdo (inicio del molinete clásico), al llegar el toro a la altura del matador, este no gira en sentido contrario sino que avanza dejando al astado a la espalda. ¡Pues dos veces! El público incrédulo y harto.

En el quinto mejoró la colocación de las banderillas (lo tenía muy, muy fácil) pero la ejecución sigue siendo horrible. “Si no sabe, ahora ya… no va a aprender” me dijeron. Inversamente proporcionales ambos aspectos del segundo tercio en El Fandi. No se puede tener todo. Agradecemos de corazón la movilidad del toro, pudo fingir su matador algunos muletazos (no me crean, eran trapazos) en un toreo descargado, despegado y de “patita patrás”.

Brindó Román su primero a Joxin Iriarte, presidente de la Comisión Taurina, nobleza obliga y agradecido por la sustitución. Saluda, que algo queda. En el momento de redactar esta crónica desconocemos la raza de la mosca que picó al toro ya que cambió de forma brusca su comportamiento. No perdía pasos el valenciano, trataba de ligar los pases pero en una tanda, intentó el de La Quinta cazar al torero y al no conseguirlo se volvió aburrido, suelto y con la cara a su altura. Nada que hacer. Viajó la espada dos veces a puntos distintos del mapa taurino.

En el sexto vimos el toreo de salón de El Fandi en el tercio de banderillas. Por supuesto no estaba atento y mucho menos en su sitio. Tenía el último toro un conocido en la grada a quien no encontró en toda la faena. Seguro que ya se había ido, aburrido como todos. El afán de Román se iba diluyendo entre muletazo y muletazo, nunca tanda. Se fue el toro sin saber del paradero de su amigo y por qué debía morir por más que lo disfrazaran de la Dolorosa.

El sorteo es caprichoso y muchas ocasiones ni siquiera es justo premiando la calidad de los astados a quien no la merece. Pero a veces, a veces, hasta el mismo Dios se equivoca en el reparto del pan.

 

Texto: Finito de Teis

Fotografía: Charo Lorenzo

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