Posted On 18/06/2013 By In Belmonte, 100 años de alternativa With 3803 Views

Valle Inclán y amigos

Belmonte, 100 años de alternativa

Belmonte entradilla

 

Relatos sobre las anécdotas que se recogen en el libro “Juan Belmonte, matador de toros” del autor Manuel Chaves Nogales.

 

A Belmonte no le quedaba más remedio que hacer una retirada forzosa para descansar y recuperarse de todo aquel cansancio acumulado. Para ello se quedó en Madrid en la fonda del «niño del Chuzo» sita en la calle Echegaray, en ella paraban gentes relacionadas con el mundo del toro tales como toreros, novilleros que empezaban, viejos banderilleros, mozos de estoques, picadores, etc…

Comandaban aquella casa de locos tanto el propietario, «el niño del Chuzo», como D. Antonio el loco, como demandadero de la fonda.

El primero, en su juventud, quiso ser torero acabando en su madurez como bandolero a la vieja usanza, de lo que se jactaba. El segundo, a pesar de su aspecto de poca cosa presumía de creerse irresistible para las mujeres.

Todo aquello que por aquel entonces se vivía en el Madrid  pintoresco del 1913 además de la fonda, con sus huéspedes majaretas, hizo de aquel verano para Belmonte un verano divertido como si estuviese en el más confortable hotel de la villa.

La primera noche que Belmonte llega a Madrid para en el Café de Fornos donde se juntan algunos intelectuales frecuentemente para realizar tertulias entre ellos, entre estos estaban JULIO ANTONIO, ROMERO DE TORRES, VALLE INCLÁN, PEREZ DE AYALA, ENRIQUE DE MERA, SEBASTIÁN MIRANDA y algunos otros.

Cafe-fornos-1908

Belmonte se siente muy atraído por la vida bohemia y romántica de los artistas y escritores tal y como se sintió atraído en su día por aquella pandilla de rebeldes de Triana.

Publicado en La Esfera con este pie:
Supuesto banquete al escultor Miranda.
Dibujo humorístico de Sancha.

(De izquierda a derecha).- En primer término: Enrique de Mesa, Julio Camba, Sebastián Miranda, Luis de Tapia, Palma, Juan Cristóbal.-
 En segundo término: Belmonte, Valle-Inclán, Pérez de Ayala, Penagos, Sancha, Bagaría, Antonio Robles, Palencia, Miguel Nieto, Romero de Torres y Tovar.
Belmonte, Valle Inclán y enfrente Pérez de Ayala

Belmonte, Valle Inclán y enfrente Pérez de Ayala

El esfuerzo intelectual que Belmonte tuvo que realizar durante esa etapa madrileña fue descomunal, de robar fruta en las huertas cercanas a Sevilla pasó a escuchar las tertulias filosóficas de aquellos hombres así Belmonte se limitó a pasarse horas y horas escuchando hablar de cosas que no entendía, estaba maravillado con las personalidades de aquellos intelectuales pero sobre todos ellos Belmonte con el quemas maravillado estaba era con Valle Inclán; Don Ramón miraba a Belmonte y mientras se peinaba con las púas de sus dedos afilados su barba descomunal, y le decía con gran énfasis:

-¡Juanito, no te falta más que morir en la plaza!

-Se hará lo que se pueda, Don Ramón- le contestaba Belmonte.

A aquellos intelectuales se les ocurrió hacerle un homenaje a Belmonte y al noble arte de la tauromaquia,  al primero con una copiosa comida y al segundo con la redacción de una convocatoria donde se decía que el toreo no era de más baja jerarquía estética que cualquiera de las bellas artes.

El banquete se realizó en el Retiro donde, las gentes más elegantes de Madrid, solían realizar sus banquetes; el dueño tratándose de un homenaje a un novillero dispuso la mesa de los comensales en un rinconcillo para que no importunasen al resto de la selecta clientela.

«pero llegó. D. Ramón, le pareció mal el sitio, y armó un escándalo terrible. Se fue hacia el dueño, un industrial con mucha prestancia,  que estaba en su bufetillo, y le dijo altivamente:

-¡Tú, levántate!

El hombre balbució, sorprendido e impresionado por el talante de Valle Inclán.

-¿que desea usted, señor?

-¿Donde nos has puesto, bellaco?  -gritó. Don Ramón -. ¿Dónde nos has puesto, di?

El pobre hombre, aturdido, ensayaba unas disculpas.

-Es un sitio de la casa como otro cualquiera.

-¡También es un sitio el wáter-closet! -Replicó Don Ramón- ¡Colócanos en el sitio de honor, badulaque!  ¿Sabes quiénes somos? ¿Sabes quién es este hombre? -y me señalaba con un gran ademán.

Yo quería que la tierra me tragase; me acercaba humildemente a don Ramón. Y le decía:

-Pero no se moleste usted; si yo como en cualquier parte…

-¡Que es eso! -rugía él-. ¡En el sitio de honor he dicho!

Y, efectivamente,  desalojaron a los clientes distinguidos, y allí me senté a comer, apabullado por los gloriosos hombres de los artistas y escritores que me rendían un aparatoso homenaje, sin que yo acertase a comprender bien la razón de que aquellos hombres me admirasen.»

Cap.1.- Primera heroicidad

Cap.2.- Cazador de leones

Cap.3.- Ha nacido un torero

Cap.4.- Una verdad revelada

Cap.5.- El segundo de La Tablada

Cap.6.- El que para, manda

Cap.7.- Un “Tancredo”, veintitrés reales

Cap.8.- Juan “Er der Monte”

Cap.9.- Los panecillos de Elvas

Cap.10.- Rios de sopa y montañas de pescado

Cap.11.- El Cambiazo

Cap.12.- Aún hay justicia en la tierra

Cap.13.- Llegó el amor y Sevilla

Cap.14.- ¡Mátame,asesino,mátame!

Cap.15.- A Valencia con amor

Cap.16.- Estaba decidido, aquella tarde moriría

Cap.17.- El melonero de Triana

Cap.18.- ¡Viva Belmonte!

Cap.19.- El peor percance de mi vida taurina

Cap.20.- Madrid estaba conquistado

Cap.21.- ¡Cinco dias sin dormir y toreando!

 

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