Plaza de toros de Pontevedra, 13 de agosto de 2023. Segunda y última de
feria. Más de tres cuartos de entrada.
Toros de Santiago Domecq, parejos de presentación y con buen juego para
la lidia, fijos todos ellos en la muleta.
Morante de la Puebla. Estocada y oreja.
Media estocada y bronca.
El Juli. Estocada desprendida, dos orejas.
Estocada. Oreja y fuerte petición de la segunda.
José María Manzanares. Desprendida, intento y descabello. Silencio.
Media tendida, estocada y aviso. Palmas.
No pasan los años por El Juli, por mí sí. Su forma de torear se mantiene,
ahora ya avalada por la experiencia, toro tras toro, año tras año, y así veinticinco.
¿Suma y sigue tras una pausa?
Aclamadísimo resultó su quite por lopecinas al segundo tras un amago de
puyazo y una voltereta del toro que hizo daño hasta al propio Julián, le dolió.
Merecía este Cazador un toreo mucho más profundo y no la superficialidad de las
cosas bien hechas. La julianera estocada final cayó desprendida pero el palco
accedió a la petición unánime del público y la puerta grande estaba garantizada.
Brindó Julián el quinto al maestro don Manuel Lozano, nobleza obliga, y el
copropietario del coso bendijo la faena con su inspiración. No hay quinto malo y este
salió ambidiestro: acudía con idéntico interés y clase por un pitón que por el otro.
Tampoco hizo ascos el madrileño a ninguna de sus dos manos y en redondo o al
natural brotaron aplaudidas tandas hasta que se paró el animal, quizá un poco antes
de lo esperado, por supuesto de lo deseado. La bronca al palco se escuchó por
encima del reguetón de las atracciones que rodean la Alameda.
El puyazo en chiqueros dejó al que abría plaza sin alma ni fuerza. Pero ya se
sabe, con temple y una muleta… (cañas aparte) logró exprimir Morante las
embestidas de un toro que se desplazaba mejor por el pitón derecho y surgieron los
olés y la oreja que premiaba la labor.
El cuarto era el de menor presencia del encierro y se llevó el mayor puyazo,
¡por canijo! Ahí se acabó el toro y tras una mala lidia en banderillas decidió Morante
que no iba a pasar ningún infructuoso trabajo. Abrevió y bronca, repetida al
abandonar la plaza.
Tampoco se esforzó en demasía Manzanares en el tercero, un toro que
soltaba la cara al final de cada pase lo que afeaba todo lo que en el ruedo sucedía.
Lo intentó con la derecha muy por abajo pero aquello no cogió vuelo ni enganche
con los tendidos. En la última tanda pareció cambiarse la balada por el rock, el baile
por la pelea. Ni así.
Los tres golpes que se dio el último en sendos derrotes contra las tablas no
están escritos ni descritos en ninguno de los anales, signifique lo que signifique
anales, querido Millás. Brotó el toreo en redondo ya que al natural era otro el toro.
Después de una voltereta, vuelta a la mano derecha y regresan los olés sin faltar en
ninguno de los pases. La espada no cortó oreja.
Con el título de esta crónica como petición coreada por los asistentes, ya
conocen ustedes la música, se marchó a hombros Julián López Escobar de
Pontevedra.
Y de los toros.
Dice.
Texto y fotografía: Finito de Teis.
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