Plaza de Toros de Valencia, 14 de marzo de 2012. Quinta de la Feria de Fallas. Toros de Valdefresno desiguales de presentación, el mejor el segundo ovacionado en el arrastre y el resto mansos; para Thomas Duffau (silencio y pitos tras aviso), Diego Silveti (ovación tras aviso y silencio tras aviso) y Jiménez Fortes (vuelta al ruedo y palmas de despedida tras aviso). Un tercio de entrada (algo más de 3.500 espectadores)Hace tres décadas la plaza de toros de València se vio presa de la emoción. Autobuses repletos de aficionados y una pasión desatada para contemplar la alternativa de Vicente Ruiz ‘El Soro’, que si no era un estilista, sí era todo voluntad y fiel a un concepto que se convirtió casi en religión. Un fenómeno de masas salido de la huerta que aquel 14 de marzo de 1982 se iba a convertir en matador de toros para escribir una de las páginas más hermosas de la tauromaquia, y en particular de la tauromaquia valenciana. Treinta años que se celebraron con una discreta entrega de placas conmemorativas al torero de Foios cuando los tres jóvenes debutantes ya habían roto el paseíllo y un tercio de plaza lo contemplaba.
Como El Soro entonces, todo fuerza e ilusión, los Thomas Duffau, Diego Silveti y Saúl Jiménez Fortes están en la flor de la vida y el cartel que componían se las prometía como una bocanada de necesario aire fresco. Mas si no llega a ser por el malagueño Fortes, el sopor habría sido inaguantable.
A Fortes fue al único que se le ocurrió brindar a El Soro por su aniversario. Todo un detalle que tradujo también en su actitud en el ruedo, muleta en mano, pese a que su lote de valdefresnos no le diera excesivas opciones.
El de Valdefresno fue un encierro clónico con la excepción del abisontado y cinqueño segundo, que marcó la diferencia por arriba. Por abajo la cosa en casa de los Fraile parece no tener límite: la mansedumbre la llevan bien agarrada y el deposito de la casta bajo mínimos. Lo demostraron con creces el pasado 9 de Octubre y hoy han vuelto a dejar constancia, como si de aquel ‘Bellotito‘ lidiado en las Fallas de 2010 no quedase ni rastro.
Corrida enlotada desde la báscula, los tres menos pesados (503, 485 y 501) por delante y los más (540, 547, 593), por detrás. Pero clónicos si no llega ser por el segundo, ‘Lisonjero’ con pinta de bisonte, y el cuarto, de cuyo nombre no hace falta acordarse, que era, además de negro, bragado.
Lo de van un francés, un mexicano y un malagueño a lidiar una de Valdefresno no dio ni para el chiste. Salvo por la disposición de Jiménez Fortes, la juventud estuvo aburrida y muy lejos de despertar aquella ilusión sorista.
Fortes fue capaz se sobreponerse a su primero. Valdefresno distraído y protestón, de cabeza suelta. Estas dificultades no aplacaron a Fortes, que buscó las vueltas y tiró de recursos para corregir y meter en la muleta al animal. Con cabeza, actitud, firmeza y mucha seriedad. El inicio, suave y por abajo. Las primeras series de convencimiento aunque algo tropezadas, pero sin atosigar al mansito.
Y así, todo fue al revés de como casi siempre: de menos a más. Surgieron las series ligadas, el temple que hacía al toro parecer otro y el respeto por las distancias. Y si no querías por aquí, Fortes la sacaba por la espalda, se lo pasaba cerca y en el apretón final se arrimaba metido entre los pitones con toda la intención y le engarzaba los circulares sin perder la noción del tiempo y la medida, yéndose a por la espada en el momento oportuno para agarrar la estocada. Hubo petición, tal vez mereció la oreja. Dio la vuelta al ruedo y dejó la sensación de que vale la pena agarrarse a Fortes.
No, en cambio, un Thomas Duffau frío como un témpano. Cansino y vulgar delante de la cara del toro, sin vislumbrarle soluciones ante lo que tuvo delante. Su primero tuvo poco historia. El tercio de público se ve que merecía tragarse al inválido que rompió plaza. Vareado, escasito de presencia y hueco por dentro. Las manos las perdió en exceso y sólo tuvo cierta intensidad en la primera serie. Lo demás, nada. La estocada a la primera quedó trasera.
Duffau se libró de milagro en el saludo al cuarto. Cuando intentaba rematar fue cogido de lleno, encunado sólo gracias a la maraña que formó el capote entre los pitones. Luego, la nada. La lidia fue pésima y luego hacer embestir a aquello con cierta ‘calidad’ fue imposible. Pero no contento, Duffau alargó la nada hasta que sonó un aviso antes de entrar a matar. Fue pitado y con razón.
Diego Silveti dio una cal y una de arena con material óptimo para el triunfo, para dar un toque de atención y abrirse paso con todo derecho. Pero no e incluso cuando más cerca lo tuvo, perdió el sentido de la mesura y se pasó de faena. Fue con el segundo, ‘Lisonjero’. El mejor con diferencia, que le brindó al mexicano un puñado de profundas embestidas. Con la mano abajo y sobre ambos pitones, el toro, aleonado, con aparatosa badana, morrillo y mucha leña, aunque escurrido de atrás, resulta que metía el hocico y se iba hasta el final.
Lo cantó pronto. Empujó bien en el caballo que hacía la puerta en la primera vara y recibió un picotazo en el de tanda. Distraído, el típico manso de atanasio-lisardo que luego embiste de lujo. Y la verdad es que no se le dio mal. En redondo y al natural ligó Silveti con gusto y cierto empaque. Muy largo el toreo porque larga era la embestida. Y emotiva. Y profunda. Hasta que empezó a entregar las cartas. No se enteró Silveti. El toro escarbaba y se venía con todo, pero llegó un momento en el que plantó bandera. Empezó a salirse, a buscar querencias y Silveti, en cambio, optó por otra tanda en redondo. Sobraba. A la hora de matar lo comprobó. Pinchazo, sonó un aviso y dejó una estocada trasera que necesitó de dos descabellos. La ovación fue para ‘Lisonjero’ y, con sabor a poco, para Silveti.
Silveti decepcionó con el quinto, que brindó a Zotoluco. ‘Fardero’ tuvo cosas de bravo como las de apretar en varas y dormirse fijo en la segunda. Con la capa lo hizo bien Silveti: le ganó terreno en el saludo y lo quitó por alto; pero en la muleta estuvo espeso, reiterativo y pegapasista. Despegado y aburrido ante un valdefresno que se dejó sin más y que tomaba la muleta hasta que dijo adiós muy buenas, lo que no me has hecho ya no me lo vas a hacer y además te van a tocar un aviso antes de entrar a matar. Así fue.
El sexto se llevó la palma de la mansedumbre. Huyó hasta de su sombra en busca de la querencia de las tablas. Fortes se estrelló no sin antes demostrar toda su voluntad.
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