Plaza de Toros de València, 15 de marzo de 2012. Sexta de la Feria de Fallas. Toros de Alcurrucén, bien presentados y de variado e interesante comportamiento, para Curro Díaz (silencio y una oreja), Matías Tejela (oreja y ovación) y Alberto Aguilar (silencio y silencio tras aviso). Cerca de media entrada (algo unás de 4.500 personas)
El personal cuando ve torear es feliz. Le basta con eso. A lo mejor no se entera de más, pero lo ve y lo siente. Lo demás es una pena, porque cuando un tipo se juega el tipo la mayoría ni se entera y no es de recibo que unos pocos, además, se lo tomen a chufla. Pero, sobre todo, es un misterio, como el de la casta. Insondable y sorprendente. El toreo le salió por momentos pellizcado a Curro Díaz, el tipo que se la jugó, Alberto Aguilar, y la casta la repartieron o se la guardaron toda o casi toda los Núñez de Alcurrucén de forma variada y en diversos matices.
Un encierro serio, astifino y de variado contenido. De los que se viene arriba, sorprende y hace dudar. De los que no revelan el guión a las primeras de cambio, de los que se entregan –o no– llegado el momento. No es que fuera la corrida más brava jamás vista, no. En el caballo apretaron por obligación de primeras y menos en la segunda, y hasta salieron sueltos y fueron distraídos. Pero luego venía aquello y pedían muletas. Como segundo, cuarto o quinto. O los papeles en regla y las pilas en el sitio, como tercero y sexto.
Sí, Tejela se llevó un lote para triunfar y cortó una oreja nada más y Alberto Aguilar bailó con la más fea. Quedó la duda del guapo colorao, lucero y corrido que salió en primer lugar porque, tras dos primeros tercios fríos y un amago en el que apuntó tranco, el Alcurrucén se paró tras un inicio de Curro Díaz que llegó hasta las rayas. Allí echó raíces, se paró y no hicieron por cambiarlo. Al final aparentó más de lo que en realidad fue.
Frío en la salida y pendiente de todo, pareció venirse arriba tras una discreta pelea en varas y tercio de banderillas tras el que se desmonteró Montoliu. Curro Díaz lo llegó a brindar al público, pero luego no fue capaz de desegañarlo en unos terrenos donde acabó por pararse, guardándose lo poco o mucho que llevaba dentro. Espadazo perdiendo la muleta y dos descabellos para escuchar el silencio. Y es que donde los toros de los Lozano se definieron fue de rayas para afuera.
‘Relamido’, el segundo, sacó nota. Toro a más. Largo, bien armado, aunque algo justo de presencia. Tuvo las virtudes de la casta, tranco y fijeza, y de primeras un molesto pitonazo al final del muletazo. Toro muy de verdad, con entrega, sin guardarse nada. Matías Tejela brindó y apostó pero sin acabar de entregarse. El toro exigía, a mitad de la suerte soltaba la gaita y luego seguía. con franqueza, esperando el cite ya humillado. Toro de medios, la primera serie empezó en las rayas y acabó mucho más allá, donde él quería. Cosa de bravo. Tejela con la izquierda le levantó la mano al toro, a su aire, sin someterle y cuando de verdad lo sujetó, el toro bajó más todavía y ya ni protestaba. Pedía los vuelos. La faena fue suficiente para el premio de una oreja tras la estocada trasera, nada más.
Alberto Aguilar aprovechó desde la primera ocasión que tuvo, señal de que traía enorme disposición. Entró al quite por chicuelinas al segundo y al suyo lo recibió con dos largas en el tercio. Luego el toro fue el más distraído del festejo, sin que lo consiguiesen gobernar en la lidia. Bruto, áspero y, para postres, astifino. Alberto Aguilar fue a su en encuentro en terrenos de afuera sin probaturas. Fluyeron las tarascadas de una casta todavía sin moldear. Aguilar se puso y porfió con la pilas en el sitio como ya hemos apuntado. Cruzado, de uno en uno. Casi nadie se enteró del mérito de aquello. Con la espada no estuvo fino.
El cuarto, el más bajo de trapío de un lote que de esto –trapío, seriedad– iba sobrado, quedó en pastueño tras ser el de menos empuje en el caballo, hasta el punto de lanzarle una coz en su huida al de tanda y recibir la segunda vara fuerte en el que guardaba la puerta. Ya en banderillas sacó el buen son y acabó entregándose al último tercio sin aristas que pulir.
El inicio de faena de Curro Díaz por alto tuvo el primer pellizco en un cambio de mano por abajo que fue una delicia. A este sí que lo sacó a las afueras. Con la mano baja y porque el toro lo permitía fue el toreo en redondo y al natural, ya con el compás más cerrado, bien empaquetado y con remates sabrosos. Pellizcó varias veces un Curro Días que debió ofrecer más los vuelos. Pero ese de pecho a la hombrera contraria o algún que otro cambio de mano pusieron feliz al personal entre otros detalles. Y por eso, tras la estocada y la oreja, la vuelta al ruedo tuvo algo de especial.
Se había visto el toreo y hasta los diez o doce borregos que había en la plaza armando jaleo se tuvieron que callar. Lo malo es que cuando Alberto Aguilar tuvo que medirse con el incierto sexto, pues con dos copas de más, los borregos se lo tomaron a chufla y molestaron al resto de la plaza.
Ese sexto tuvo poder. Lo demostró en la misma salida y en una primera vara emocionante. Fue otro Núñez áspero y sin entrega que acabó por quedarse cortó. Alberto Aguilar no ahorró en disposición, pero el toro no le concedió ni una embestida con franqueza y acabó rajado.
Ese sexto no fue como el quinto, más vulgar y que sí se dejó. Tejela, con opciones de puerta grande tuvo excesivas prisas. El toreo le salió acelerado, sin reposo. Lo avisó el toro por no adelantar la muleta. Cuando la puso, aunque fuera con el pico, el toro la tomó sin excesiva expresión, pero es que Tejela tampoco se preocupó demasiado en ponerla. La faena fue ligerita, pero si le llega a meter la espada le habrían pedido la oreja que valía una puerta grande. Así que el espadazo trasero y tendido tras pinchazo hizo justicia y todo.
Crónica de Andrés Verdeguer (http://cornadasparatodos.blogspot.com.es/)
NUESTRAS REDES SOCIALES
Followers
Likes