Belmonte 100 años de alternativa
Relatos sobre las anécdotas que se recogen en el libro “Juan Belmonte, matador de toros” del autor Manuel Chaves Nogales.
ESPAÑA
Corre el año 1917 y al finalizar la temporada taurina en España Belmonte decide irse a Lima. Un empresario limeño que apareció en las tertulias donde frecuentaba Belmonte se hizo con un elenco de 12-14 toreros pagándoles el pasaje hasta Cuba. Una vez allí todo parecía indicar que el viaje no continuaría ya que el empresario limeño no tenía dinero para más.
Una vez en Cuba y esperando a que todo aquello se solucionara se le acerca a Belmonte un español admirador que invitó al maestro a su casa a comer a lo que Belmonte accedió.
El famoso empresario limeño anunció la inminente partida en barco hacia Panamá en un vetusto barco español capitaneado por un personaje como sacado de los libros de historias de viejos lobos de mar. De primera impresión el lobo de mar no gustaba mucho de la compañía de los toreros pero no era más que una pose y aquel hombre rudo del principio, se transformó en un hombre paternal y proteccionista. Invitó a los toreros al puente y a su camarote para beber y charlar. Un día al capitán se le antojó retratarse con los toreros y, en encuadre elegido, tenía el sol de cara al fotógrafo por lo que el capitán ordenó virar el barco para no perder el encuadre y que el sol no molestase.
A la llegada a Panamá se montó un gran revuelo nada más llegar, la barca del práctico estaba escoltada por lanchas de marinos de guerra montando guardia alrededor del viejo buque.
Al final se descubrió que junto a los toreros también viajaba un alemán. ¿Qué terrible espía había viajado con los toreros?
Después del consejo de guerra pertinente al capitán, por llevar a bordo a aquel hombrecillo enjuto, pequeñito y pobre diablo alemán, quisieron partieron partir, después de estar retenidos durante siete días, en un barco que los llevaría a El Callao pero ya había marchado.
No les quedaron más opciones que pasar de la costa Atlántica a la Pacífica en tren.
Al llegar a puerto el empresario encontró un barco que viajaba en busca de azúcar a Guayaquil aunque les haría el favor de desviarse hacia el puerto de Callao, al final llegaron a puerto.
LIMA
Los limeños acogen a los toreros con gran simpatía y cariño por donde quieran que vayan, las gentes les obsequia y les festeja como si estuvieran en la propia Andalucía.
En la plaza eran un público entusiasta y entendida, la fiesta estaban en pleno auge y la gente distinguida de Lima estaba siempre presente en todas las corridas.
En la plaza existían unos privados llamadas «cuartos» que tenían unas ventanillas que se abrían en el muro de la barrera a la altura de la cabeza de los toreros, por ello existía una comunicación estrecha entre el público y los lidiadores. A estos cuartos asistían, al estar la fiesta de moda, las mujeres más bellas de Lima y de la mejor sociedad, allí conocería Belmonte a su futura mujer.
La de Lima fue una de las mejores campañas taurinas de Belmonte, estaba toreando con entusiasmo cada tarde por ello pensaba que él no podía entusiasmar al público sino estaba uno mismo entusiasmado. Los revisteros llegaron a decir que Belmonte salía a torear como si fuese a conquistar a una mujer, razón no le faltaba a los revisteros.
AMOR
Estos revisteros tan en boga antaño, como hoy en día en su versión televisiva, inventaron o dieron a la película del enamoramiento entre Belmonte y su futura mijer un tufillo de romanticismo que, lo más seguro no ocurrió de esa manera. Belmonte nos cuenta las dos versiones, ustedes juzguen:
Versión revistera:
Belmonte hace el paseíllo portando un ramo de rosas, saluda al presidente y se dirige al palco donde estaba su amada, definiéndola la revista como, una mujer de belleza sin par. La mujer toma el ramo de rosas con el consiguiente rubor y, cogiendo la más roja la besa y, se la ofrece a Belmonte que la coloca en el «ojal de la chaquetilla”. Belmonte se va a por el toro que rugía esperando que acabase el ritual amoroso.
El fiero burel roza la flor con su hocico, cosa que enfada muchísimo al maestro que, no le perdona tal desfachatez y hace pasar al morlaco pase tras pase entregándole el pecho hasta que el toro con un movimiento preciso de pitones engancha la rosa y se la quita a Belmonte del «ojal de la chaquetilla» llevándosela prendida en el asta. Entonces la bella dama al ver esto se desploma y dice:»¡esto es terrible! ¡Ese torero me ha conquistado!».
Versión de Belmonte:
La primera vez que Belmonte vio a la que sería su mujer fue en la plaza de toros, se la presentaron a posteriori en una reunión de la sociedad Limeña. Algún encuentro en el teatro, alguna llamada telefónica y poco más, hasta que un día yendo por la calle y parado Belmonte en la acera la vio venir, se miraron y, en ese exacto momento se dieron cuenta que serian mutuamente amantes para toda la vida. Sí existió la famosa rosa, que ella llevaba en su mano en ese momento y estuvo a punto de entregar a su amado y no lo hizo, pero como observarán sobraba mucha literatura en aquel relato revistero.
Cap.1.- Primera heroicidad
Cap.2.- Cazador de leones
Cap.3.- Ha nacido un torero
Cap.4.- Una verdad revelada
Cap.5.- El segundo de La Tablada
Cap.6.- El que para, manda
Cap.7.- Un “Tancredo”, veintitrés reales
Cap.8.- Juan “Er der Monte”
Cap.9.- Los panecillos de Elvas
Cap.10.- Rios de sopa y montañas de pescado
Cap.11.- El Cambiazo
Cap.12.- Aún hay justicia en la tierra
Cap.13.- Llegó el amor y Sevilla
Cap.14.- ¡Mátame,asesino,mátame!
Cap.15.- A Valencia con amor
Cap.16.- Estaba decidido, aquella tarde moriría
Cap.17.- El melonero de Triana
Cap.18.- ¡Viva Belmonte!
Cap.19.- El peor percance de mi vida taurina
Cap.20.- Madrid estaba conquistado
Cap.21.- ¡Cinco dias sin dormir y toreando!
Cap.22.- Valle Inclán y amigos
Cap.23.- La Alternativa
Cap.24.- De vuelta a España
Cap.25.- Gallistas&Belmontistas
Cap.26.- Buen hacer o buena suerte
Cap.27.- Belmonte y el miedo
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